De diccionario en diccionario

29/08/2016 | José Rafael Lantigua (Diario Libre, República Dominicana)

Aprendí a leer diccionarios cuando un amigo, Juan Reinoso, me llamó sedentario, porque siempre que venía a casa me encontraba leyendo o escuchando música. ¿Qué quiere decir eso?, le dije. Y me contestó: busca el mataburros. Me la puso peor. Indagando encontré el significado de la palabra y supe el sobrenombre del diccionario.

Otro amigo, José de León Méndez, fallecido en meses recientes, aprendió inglés con un diccionario a cuestas. En mi pueblo no existían academias que enseñasen idiomas y Mr. Richard, un negro alto y corpulento, muy respetado, que me parece debió ser un cocolo samanés, era el único que ofrecía clases individuales de la lengua inglesa, con honorarios probablemente modestos que, para entonces, muchos no podíamos cubrir. José de León y yo ideamos un juego. Yo aprendía una palabra en el diccionario Larousse o uno abreviado de Bibliograf, que todavía conservo (1964) y se lo comentaba a mi amigo, quien a su vez buscaba su traducción al inglés. Yo aprendí mejor a manejar mi lengua –con las imperfecciones que todavía me llevan con frecuencia al mataburros- y él logró desenvolverse muy bien en su inglés, idioma que perfeccionaría en los muchos años que permaneció residiendo en Nueva York.

Adquirí mi primer diccionario de la RAE en 1978. Pero, más de dos décadas después, la Real Academia Española iba a dar un giro sustancial a toda su dinámica en su invariable objetivo de fijar, brillar y dar esplendor a la lengua de Cervantes. Nunca como hoy, la RAE ha publicado tantos diccionarios, y tan completos, reformulando además la gramática y la ortografía españolas con nuevos y muy bien concebidos manuales. De modo que a los diccionarios tradicionales, se han unido otros como el Panhispánico de dudas, los etimológicos, los fraseológicos documentados, los de literatura y gramática, los de usos y dudas del español actual, haciendo compañía a los clásicos de María Moliner, Joan Corominas, Manuel Seco y José Martínez de Sousa. La conformación de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que reúne a las veintiuna sedes que cuidan nuestra lengua en toda Hispanoamérica, ha contribuido al reconocimiento, por primera vez, de centenares de vocablos de uso común en nuestros pueblos que por siglos no habían podido traspasar las barreras entonces infranqueables de la docta casa madrileña, erigida en guardiana de nuestro idioma. Pero, aparte de que se han incorporado términos o voces en el DRAE, se habla ya del Español dominicano o del Español cubano o del Español de Costa Rica, elevando de categoría el habla popular de cada país que comparte una lengua común pero con notables variantes.

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