6/11/2020 | Jorge J. Fernández Sangrador (Academia Dominicana de la Lengua)
La conmemoración del nacimiento de Miguel Delibes ha avivado, como siempre que se evoca la figura y la obra del gran escritor español, el escozor que la desaparición de los vocablos campesinos y regionales específicos produce en el ánimo de los amantes de la riqueza léxica multisecular de nuestro idioma.
En su reivindicativo discurso de ingreso en la Real Academia Española, dijo: «Me temo que muchas de mis propias palabras, de las palabras que yo utilizo en mis novelas de ambiente rural, como por ejemplo aricar, agostero, escardar, celemín, soldada, helada negra, alcor, por no citar más que unas cuantas, van a necesitar muy pronto de notas aclaratorias como si estuviesen escritas en un idioma arcaico o esotérico, cuando simplemente he tratado de traslucir la vida de la Naturaleza y de los hombres que en ella viven y designar al paisaje, a los animales y a las plantas por sus nombres auténticos».
Hizo este pronóstico en mayo de 1975, cuando se sentó en el sillón “e” de la Docta Casa. Y el tiempo le ha dado la razón. Con la emigración a las ciudades y el abandono de las labores del agro han ido en desuso los términos con los que los habitantes de los pueblos, aldeas y caseríos de España señalaban, denotaban y definían los elementos que componían su entorno y su mundo.
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