19/10/2016 |Fausto Segovia Baus (Diario El Comercio, Ecuador)
El diminutivo –quien lo creyera- hizo noticia en el país. Un académico puso en días pasados el ‘grito en el cielo’, en contra del diminutivo. Y al quedar el ‘pobre’ –no el escritor sino el diminutivo- sin defensa, no tuve otra opción que salir al estrado y decir: ¡Viva el diminutivo! ¡Viva el habla del pueblo! ¡Mamiticos!
En las escuelas de los hermanitos cristianos –y más tarde en los colegios jesuitas- nos decían que hay que hablar y escribir correctamente, no solo porque Carreño lo sugería, sino porque la Lógica aristotélica así lo recomendaba. Eran los tiempos de los textos del Hermanito Miguel, de Bruño y Baldor, en la época del velasquismo, del loco Larrea y del omoto Albán, quienes hacían las delicias del público –léase la chusma- con sus discursos, el primero; con las carreras, el segundo, y con las estampas, el tercero. Y donde los diminutivos ‘calzaban’ muy bien.
Lo anterior viene a cuento porque hay gente en pleno siglo XXI –bien dotada e intencionada- que quiere eliminar los diminutivos de la lengua, porque son productos de la cultura popular, y porque cae mal en los círculos estéticos de ciertas élites, en los cuales se debe hablar y escribir, exclusivamente, como los hijos de Cervantes, regulados por la RAE –Real Academia Española de la Lengua-. ¡Y punto!
Al diablo con los hermosos diminutivos y gerundios que campean en todo el Ecuador, y especialmente en ciertas regiones de la Sierra, donde han logrado partida de nacimiento, y a quienes se los ha declarado una ‘guerra sin cuartel’.
• ¿Qué son los diminutivos? La gramática antigua decía que los sufijos sirven para ‘formar palabras que denotan un menor tamaño de aquello que designa la raíz a la que se unen o bien para expresar diversos tipos de afectividad’: ‘-ico’, ‘-ito’, ‘-illo’ o ‘-uelo’ son algunos sufijos diminutivos’. Por ejemplo: ‘chiquitín’, ‘barquito’ o ‘ladronzuelo’ son diminutivos.
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