3/12/2021 | Javier Bezos (El blog de la FundéuRAE)
Las raíces griegas de la cultura occidental están omnipresentes en muchos ámbitos y la lengua es un buen ejemplo, porque el léxico griego sigue siendo una fuente continua de inspiración para acuñar nuevas voces, sobre todo en la terminología de las ciencias y las humanidades. Y su alfabeto milenario no es una excepción.
Aunque no lo empleemos en nuestra comunicación diaria, es frecuente que sirva como un medio para etiquetar fenómenos y conceptos: un caso típico lo tenemos en las variables y constantes matemáticas, como el número pi (π); en la religión cristiana, alfa y omega representan el principio y el fin, por ser precisamente la primera letra y la última de este alfabeto; en química, permite señalar la configuración de las moléculas, y recientemente lo hemos visto aplicado a los huracanes.
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