11/2/2022 | Domingo Caba Ramos (Diario Libre, República Dominicana)
Cuando un niño se mueve mucho, es posible que, refiriéndose a él, alguien diga: «Ese es el muchacho más “desinquieto” que he visto».
Si dos adolescentes, niños o jóvenes protagonizan una riña, de seguro que uno de los adultos presentes ordenará que los “desaparten“.
Y si alguien nota que a una mujer o a una hembra animal se le «alborotan» las hormonas o exhibe conductas que revelan compulsivos deseos de apareamientos, de esa mujer o de esa hembra animal (yegua, mula, burra, etc.) acto seguido se dirá que está “descalentada”.
En cada una de las voces prefijadas entrecomilladas, presentes en los párrafos precedentes, el desajuste semántico, sin embargo, es mucho más que notorio. Esa distorsión se origina como resultado de la configuración morfológica de las susodichas voces.
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