1/7/2022 | Rafael Peralta Romero (El Nacional, República Dominicana)
A medida que observo particularidades de la lengua española, me atrevo a considerar que tenía razón mi padre (Alejandro Peralta) cuando expresaba: “El castellano es muy rico”. Este hombre, no abrió libro alguno de lexicografía, pues sabía mayormente abrir surcos en la tierra para preñarla de frutos alimenticios.
Advierto que era certera su afirmación cuando encuentro fenómenos como la denominación de un objeto con estas tres palabras: grapadora, engrapadora y engrampadora.
Las críticas y correcciones no siempre resultan agradables y ante el señalamiento de uno de sus hijos para que no dijera “engrampadora”, sino “grapadora”, mi padre, aunque admitiera la enmienda, esgrimía su aserto acerca de la riqueza del español.
No pocos hemos corregido a nuestros relacionados, sobre todo niños, sobre la denominación del utensilio que sirve para unir papeles mediante grapas. El Diccionario de la lengua española, publicación oficial, define el vocablo /grapa/ del siguiente modo:
“1. f. Pieza de hierro u otro metal, cuyos dos extremos, doblados y aguzados, se clavan para unir o sujetar dos tablas u otras cosas.2. f. Pieza metálica pequeña que se usa para coser y sujetar papeles.3. f. Pieza semejante a una grapa, que se utiliza en cirugía para unir los bordes de una herida”.
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