14/6/2024 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
El rico universo de las palabras que el árabe le regaló a nuestra lengua parece no agotarse; desde la guerra y la conquista al dominio del agua, del cultivo de la tierra al cuidado primoroso de jardines que emulan el paraíso.
La labor artesanal nos ha dejado muchas huellas en forma de palabras. La tarea, del árabe taríha, sigue significando para nosotros el trabajo que debe hacerse. Bien puede ser el quehacer del joyero, que se afana con delicadeza en ajorcas, del árabe assúrka, o alfileres, del árabe alhilál; o que labra con maestría el valioso marfil, del árabe hispano azm alfíl, que significaba ´hueso de elefante´, o que engarza en unos pendientes unos delicados aljófares, del árabe algáwhar´perla´. Basta releer a los poetas clásicos para encontrarnos ese mismo aljófar referido a las gotas de sudor o a las lágrimas en el rostro de una mujer, o al rocío que cubre la hierba o los pétalos de una flor.
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