15/2/2017 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
Muchos de los problemas con el uso de nuestra lengua, de los que nos quejamos hoy tan insistentemente, tienen su origen en una mala formación. Enseñar a un niño a hablar (y a escribir) correctamente no solo es transmitirle conocimientos y práctica sobre las características de las palabras o sus funciones sintácticas; no solo es ayudarle a ampliar su vocabulario y a usarlo con propiedad; no solo es enseñarle las reglas ortográficas y su importancia. No me malinterpreten. Gramática, vocabulario y ortografía son imprescindibles en la formación de un buen hablante. Pero son solo una parte del todo. Nadie dijo que fuera fácil.
Para hablar correctamente es también necesario manejar con habilidad las funciones sociales de la lengua. Y en eso tienen una gran responsabilidad la escuela y la familia. Solo hay que encender la radio o el televisor y sintonizar cualquier emisora para comprender a cuán pocos de los que intervienen les han enseñado que, para mantener algo que se parezca a una conversación, hay que respetar los turnos de palabra. Las tertulias han dejado de serlo para parecerse cada vez más a un gallinero.
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