3/5/2017 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
A estas alturas todos hemos oído hablar alguna vez de la economía de la lengua. Y no es que nuestro idioma sea duro de codos; es que se precia de aprovechar al máximo todos sus recursos, que no son ilimitados. Sucede así, por ejemplo, con algunos adverbios y preposiciones. La lengua permite que, cuando se encuentran en la misma frase, se coordinen y trabajen al mismo nivel mientras comparten su término como buenos compañeros para evitar redundancias.
Si decimos No me aclaró si lo quería más dulce o menos dulce, repetimos el adjetivo dulce innecesariamente. En casos como este los adverbios más y menos pueden compartir el adjetivo al que ambos modifican: No me aclaró si lo quería más o menos dulce. El mismo fenómeno de ahorro de recursos lingüísticos tenemos en No lo localicé dentro ni fuera de su casa; los adverbios dentro y fuera comparten el sintagma preposicional de su casa.
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