20/5/2022 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
Siempre me impresionó la cultura humanística y literaria de Tony Piña Cámpora. Lo recuerdo en la sala de la casa de nuestra familia paterna en San Juan de la Maguana haciendo un enjundioso análisis de Persona (1966), el enigmático filme de Ingmar Bergman cuando apenas iniciaba mi adolescencia. Sin haber visto aún la película, su análisis me impresionó de tal manera que desde entonces he visto en Tony, uno de mis primos mayores del lado paterno, a una de las personas más cultas entre quienes frecuentaba entonces y que sin duda alguna influyó considerablemente a que me inclinara durante mi vida adulta por la literatura.
Escuchar a Tony Piña Cámpora exponer sus lecturas en esas fabulosas reuniones familiares de entonces se hizo una costumbre. Particularmente aquella en que el ilustrado primo expuso sus dudas sobre la existencia de Dios, una manera de provocar a las fervorosas creyentes hermanas de mi padre y del suyo. En realidad, gracias a su cultura y facilidad expositora, simplemente se declaraba, más que ateo, agnóstico y, de paso, provocador. Poco faltó para que las tías vieran en él a un “comunista”. No lo era y no lo ha sido nunca.
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