20/9/2024 | Carla de la Lá (Ok Diario)
La vulgaridad es una realidad necesaria, aunque les duela a los puristas del refinamiento. Yo, una esteta lingüística (me resulta más atractivo el descuartizador de Boston que un leísta), acepto con serenidad y a veces disfrute lo que las redes sociales han democratizado (¿o es rebajado?) nuestra lengua.
En este implacable asunto de la elegancia no hay nada más contraproducente que perseguirla; hay un divertidísimo y despiadado concepto: elegantioso (aquel que se esfuerza en parecer distinguido o pretende serlo sin conseguirlo en absoluto).
Nuevo día, palabra nueva, lo sé por los cuatro adolescentes que viven en mi casa y que me informan sin pretenderlo del ritmo de esta jerga infinita. No importa si ya existían una o cinco maneras de expresarlo. Hemos de ser modernos, parecer profundos y, sobre todo, parte de ese club exclusivo de los iniciados en el neolenguaje de la corrección política.
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