La que ha liado el Gobierno, sin duda a propósito, con el anuncio de que va a introducir en Cataluña, ahora que manda gracias a Puigdemont, el castellano como opción de lengua vehicular. Todas las alarmas encendidas. Alteración general y toque a rebato para defender la lengua, la que sea, unos la catalana, otros la española. Así es el país: dile que vamos a la cola en investigación en Europa y ni se inmuta; ahora, dile que vas a hacer a sus niños estudiar esta o la otra lengua (nacionales, claro) y te saltan a los ojos.
Este país tiene un problema de fondo, y grave. Entendemos por punto general que las identidades son o bien de una pieza y para siempre, o bien jerárquicas. Puede uno ser español y catalán, pero midiendo siempre, algo más de lo uno que de lo otro. Nada de identidades horizontales y variables. Si alguien dice que en su itinerario vital las identidades las usa, por ejemplo, a beneficio de inventario es, cuando menos, un gilipollas.
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