9/12/2016 | Raúl Rivero (El Mundo, España)
La rabia, la indignación y el mal genio no suelen abrir las puertas a la creatividad. La gente usa siempre las mismas palabras para insultar, no hay aportes frecuentes, somos cansinos y cómodos y, en cada país que se usa el idioma español se utiliza el mismo arsenal año tras año quizás con un aporte repentino que se pierde en el aire porque no existe espacio para preservar el hallazgo.
El intercambio de insultos en España, Chile, México o Cuba se limita a unas pocas palabras. Lo que cambia es el tono, el orden y la intensidad, pero desde lejos ese diálogo parece un aburrido guion escrito y repetido en cada esquina y en cada bronca verbal.
Los mexicanos han venido ahora a solucionar el asunto de esa pobreza en nuestra lengua con un diccionario que rescata unos 2.000 insultos que dormían en libros viejos, en legajos olvidados o estaban condenados a morir o a transformarse por el uso y el abuso de la calle.
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