21/06/2016 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
He de reconocer que no soy muy de campo. Sin embargo, soy amante del silencio, aunque nuestras ciudades estén cada día más reñidas con él. La naturaleza es también “ruidosa”, aunque en un sentido completamente diferente. Hay un campo semántico que siempre me ha parecido divertido, por su variedad y sonoridad: el que agrupa a los verbos que designan los sonidos que emiten los animales.
Caballos y burros se distinguen por muchas cosas, entre ellas porque los primeros relinchan y los segundos rebuznan o roznan. En los días en los que el sol aprieta nos envuelve un sonido que llega casi a formar parte del paisaje: las chicharras y las cigarras chirrían o chicharrean; aunque los cuentos nos hablen del canto de la cigarra, estas sonoras palabras se acercan más a su voz real. También algunas aves como las golondrinas y los vencejos chirrían o trisan.
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