Carmen Naranjo (Agencia EFE)
La mala colocación de una simple coma puede ocasionar catástrofes, pero también el punto o los signos de exclamación e interrogación transforman la forma de comunicarnos desde hace 2200 años, explica el académico Bård Borch Michalsen: «Un signo apropiado en el lugar adecuado vale su peso en oro».
El académico noruego se introduce en la historia de los signos de puntuación, nacidos en Alejandría hace dos mil doscientos años, en Píllale el punto a la coma, publicado en español por Espasa, un ensayo que destaca su importancia a la hora de comunicarnos y, en definitiva, su destacado papel en la historia de la humanidad.
De la capacidad de comunicar de los signos de puntuación habla una anécdota que recuerda el autor en el libro. Cuentan que Víctor Hugo, justo después de publicar Los miserables, envió un telegrama a su editor para saber cómo iban las ventas con un conciso «?». Y que la respuesta fue un breve «!». «Con los signos de puntuación, a veces sobran las palabras», señala Bård Borch Michalsen.
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