7/10/2022 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
El sentido de la palabra cultura, desde aquel primitivo que se refiere a la acción y el efecto de cultivar la tierra, de la labor de la tierra y los frutos que obtenemos de ella, deriva en este de hoy con el que nos referimos a los modos de vivir y de conocer, de interpretar y transformar el mundo. Para Emilio Lledó, con quien no puedo estar más de acuerdo, «el inagotable paraíso de la lectura» se convierte en un inmenso espacio de cultura.
La educación para la lectura, por tanto, es una forma de cultivar, de preparar para la siembra, de sembrar y de producir alimento. La cultura de un pueblo, escribe Lledó, «no se mide solo en la mayor cantidad de museos, de bibliotecas, de medios de comunicación», sino en algo mucho más sencillo, y tan complejo a la vez, en saber «convertir los ojos infantiles o juveniles en visión, y enriquecer, así, la luz del sol con la luz íntima y singular de cada inteligencia».
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