7/8/2020 | Luciana Ramos (Fundéu Argentina)
Vivimos tiempos de pantallas, conectados, pixelados y digitalizados. Seguramente, más virtualizados de lo que hubiéramos imaginado para este 2020, pese a que los contemporáneos de esta era informática venimos hace años tejiendo junto al mundo esta maraña digital. Pero sí, tal como lo vivimos hoy, sin dudas no lo imaginábamos. Virtualizamos consultas médicas, las compras del día a día, la alfabetización, las decisiones laborales, nuestro aprendizaje y desarrollo profesional, abrazos, días del padre, cumpleaños, hasta la jura a la bandera el día que conmemoramos la muerte del más real de los maestros.
Lo hacemos envueltos en una vorágine que nos impulsa a sacar a relucir ese costado camaleónico que desconocíamos de nosotros mismos. ¿Y cómo nos está yendo? En definitiva, en muchos aspectos, fue un acelerar el paso del tiempo, optimizar aún más el uso de la tecnología al alcance, innovar, aprovechar el tiempo. Si bien es innegable que es un fenómeno social de muchas aristas y que, lamentablemente, gran parte de nuestra sociedad no tiene puerta de acceso a este mundo virtualizado, en algunos ámbitos, logramos una integración bastante fluida con la “nueva normalidad”. Y mi reflexión se centra en esta realidad virtual que me toca atravesar. No está tan mal… pero ¿qué sucederá a la hora de desvirtualizar?
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