14/5/2021 | Silvia Gumiel Molina y Isabel Pérez-Jiménez (The Conversation)
En estos tiempos en los que, quien más y quien menos, todo el mundo se permite hablar de la ciencia y sus avances, llama la atención la crítica que se dirige hacia ciertos sectores profesionales conectados de manera muy directa con la ciencia, como son los médicos y los profesores, cuando incorporan avances científicos.
[…]La Lingüística es una ciencia
Algo parecido sucede en Lingüística, disciplina que alcanza la categoría de ciencia a principios del siglo XX y cuyos estudios avanzan de manera vertiginosa. Todos los que estudiamos secundaria hace, al menos, 30 años repetimos hasta la saciedad que la lengua es un instrumento de comunicación cuyas reglas (las sintácticas) había que aprender para poder expresarnos mejor.
En esta tesitura estudiamos los verbos, los nombres, los adjetivos, las preposiciones (que, como Plutón, van cambiando cada poco tiempo), los pronombres y los determinantes. Estos últimos tenían multitud de clases: artículos, demostrativos, posesivos, indefinidos y, ¡atención!, numerales; y los numerales se clasificaban en dos tipos: cardinales y ordinales. Es probable que todo aquel que esté leyendo este artículo se sienta cómodo con esta clasificación, ¿para qué cambiarla?
Sin embargo, ahora sabemos que la lengua no es solamente algo que utilizamos para comunicarnos, sino que es un objeto interno a la mente humana. Nacemos con una facultad, la facultad del lenguaje, que nos hace humanos (homo loquens). Esta facultad nos permite adquirir una lengua en la infancia.
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