3/9/2021 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
La semana pasada nos animamos a expresar la intensidad de las cualidades de nuestro entorno, de las personas y de las cosas que tenemos alrededor. Si lo característico de alguien o de algo se manifiesta en un grado muy alto y así queremos indicarlo, los adjetivos superlativos nos ayudan a hacerlo. Hemos repasado cómo se construyen, pero nos tienen reservada alguna que otra sorpresa.
Directamente del latín hemos heredado algunos superlativos sincréticos que podemos alternar con las formas habituales: óptimo (muy bueno, buenísimo), pésimo (muy malo, malísimo), máximo (muy grande, grandísimo), mínimo (muy pequeño, pequeñísimo), supremo (muy alto o muy superior, altísimo) e ínfimo (muy bajo o muy inferior, bajísimo). No duden en familiarizarse con ellos; solo tienen que probar a usarlos apropiadamente y verán cómo se lo agradecen sus textos: un resultado óptimo, un pésimo planteamiento, una dedicación mínima, un esfuerzo supremo; y, mi preferido, un porcentaje ínfimo.
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