25/2/2022 | Ariel Camejo (On Cuba News)
Palabras como: cañengo, candonga, cúmbila, guara, fula… son muchos los aportes de las lenguas africanas al español que hablamos hoy en Cuba.
“Limpia, fija y da esplendor”. Este, que parece el anuncio perfecto para un detergente, fue el lema que acompañó desde su nacimiento en 1713 a la Real Academia de la Lengua Española. La unión de los reinos de Castilla y Aragón, el descubrimiento de América y la reconquista del sur de España, hasta entonces dominado por los invasores musulmanes, resultó en una confluencia perfecta para que el castellano se impusiera como la lengua común del naciente estado español y su imperio de ultramar.
Sin embargo, el orden y concierto que se podía soñar para la península ibérica, era casi una utopía para los territorios coloniales, especialmente los dominios insulares del Caribe, que carecían de interés económico frente a las riquezas que proveían los territorios continentales americanos. Por decirlo mal y pronto, en el Caribe español, fuera de ciudades de cierta importancia como La Habana, Santiago de Cuba o Santo Domingo, más que reinar los reyes, reinaba cierto relajo.
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