12/1/2024 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
Vivimos días en los que se hace gala de personalidad y originalidad, aun sin tenerlas, como si fueran casi tesoros fabulosos. Somos todos tan originales y tenemos una personalidad tan arrolladora que lo impersonal ha quedado casi reducido al ámbito de la gramática.
Dice la Gramática de la lengua española que una oración impersonal es aquella que «no lleva sujeto, sea expreso o sobrentendido». Ay, las pobrecitas oraciones impersonales, cuántas veces metemos la pata con ellas, y qué poco se lo merecen.
Las más sencillas son aquellas que se forman con verbos que expresan fenómenos atmosféricos: llover, nevar, tronar, relampaguear, lloviznar, granizar, y tantos otros. Por su propio significado no podemos asignarles un sujeto, ni expreso ni tácito, porque ¿quién nieva?, ¿quién llueve o graniza?
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