11/7/2025 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
Abrimos el libro; un gesto tan cotidiano –o, al menos, debería serlo– que olvidamos que ese objeto que llamamos libro es un invento extraordinario en su sencillez y en su complejidad.
De la humilde piedra al mármol señorial, de la arcilla moldeable al ligero papiro, del bambú al pergamino y, por fin, el papel.
De la tablilla al rollo, que solo permitía leer de principio a fin; del rollo, o volumen, a un puñado de hojas cosidas, escritas por ambas caras. No había que leer en un orden determinado; se podía navegar entre las páginas.
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