12/9/2017 | Rubén Conde Rubio (www.leonhunter.com)
Estamos acostumbrados a ver que nuestra lengua importa palabras de otros idiomas. Hoy por hoy, en determinados ámbitos —como en el de la tecnología, la economía o la mercadotecnia— es habitual leer extranjerismos crudos o no adaptados procedentes, principalmente, del inglés. A propósito de esto hablamos hace unas semanas en este blog. Pues bien, nuestra lengua también ha prestado —y presta— un buen número de palabras a otros idiomas. ¿A qué se debe esto? ¿Cuál es el criterio a la hora de seleccionar términos de nuestra lengua, y no de otra?
A estas dos preguntas debería poder contestarse con lo que llamaríamos «especialización». Es decir, al igual que el lenguaje de la tecnología o el de la economía están fuertemente influenciados por el inglés, hay otros ámbitos en los que nuestra lengua predomina. El hecho de que en Sillicon Valley o en Wall Street se hable inglés influye en el léxico de ambas ramas. Algo similar ocurre en nuestra lengua, porque ¿cómo llaman los anglohablantes a los toreros? ¿Y los francófonos? En inglés, torero; en francés, toréro (según la ortografía de 1990). Lo mismo ocurre con el término siesta, presente en francés —adaptado como sieste—, en inglés —sin adaptar: siesta— o en italiano, lengua en la que tampoco se modifica. Se puede decir, por suerte o por desgracia —me inclino por esta última—, que tenemos la hegemonía sobre los toros y la siesta. Es obvio: somos pioneros en ello.
Ahora bien, también hay otras palabras que han sido tomadas de nuestra lengua y que, de no saberlo, no diríamos que la lengua de origen fuera la nuestra. Un buen ejemplo lo encontramos en la palabra cigarro, presente en inglés (cigar), en francés (cigare) o en italiano (sigaro). Como vemos, son palabras que ya están plenamente adaptadas a las grafías de sus correspondientes lenguas. Algo semejante ocurre con el vocablo tomate: lo encontramos como tomate en francés o como tomato en inglés. En italiano, por ejemplo, se dice pomodoro —de pomo ‘manzana’ y d’oro ‘de oro’—. Hemos mencionado anteriormente que un criterio para seleccionar palabras de una lengua era que esta nombrara realidades que en otras lenguas no tienen lugar —lo que se ha convenido en señalar como especialización—. Por este motivo, en determinados momentos de la historia el español ha sido una lengua exportadora de palabras debido, en buena parte, a la actividad desarrollada tanto en España como en América.
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