8/12/2017 | Mar Abad (Yorokobu, España)
El lingüista Juan Romeu resuelve dudas habituales que surgen al escribir en WhatsApp y otros canales digitales.
No es de extrañar que a ese aparato que en principio llamaron teléfono móvil se le haya caído el teléfono y se esté quedando en móvil a secas. No solo porque agota la boca pronunciar dos palabras cuando dice lo mismo una sola; también porque a muchas personas les bastan los canales escritos de su móvil para hablar con otros.
Desde que las redes sociales y el chat se apoderaron de la conversación, el teléfono se ha convertido en una molestia. El soniquete de una llamada empieza a resultar tan arcaico y perturbador como el chiflido irritante y estridente del abuelo del correo electrónico: el fax.
Y desde que el teléfono móvil comenzó a ser cada vez menos teléfono y cada vez más móvil, las palabras quedaron estupefactas. Estaban acostumbradas a volar por el aire; a vestirse de acentos, de gritos y susurros, de entonación. Pero cuando, a principios del siglo XXI, empezaron a verse impresas en artefactos eléctricos, entendieron que a partir de entonces la apariencia, la honra o el desprecio del hablante tendría más que ver con la letra escrita que con la voz.
Leer más en yorokobu.es