¡Carajo!

| Jerónimo Alayón Gómez (Viceversa, EE. UU.)

La palabra carajo es de origen incierto, por lo menos así lo refiere el Diccionario de la Real Academia Española. La teoría más difundida y aceptada sobre su origen es que se remonta probablemente a la tardía Edad Media, y estaba circunscrita a la jerga de los marineros. Se refería exactamente a la cesta que se encontraba en la cima del mástil central de los barcos, y solo se usaba en catalán, gallego y portugués.

Subir al carajo era una tarea ardua y riesgosa, de donde debió derivarse la expresión «esto está más difícil que el carajo». Por este mismo motivo era un lugar ideal para el castigo, no solo por el ascenso complicado, sino porque, además, era el sitio más remoto e inestable del barco, razón por la cual cuando un marinero merecía ser castigado se le gritaba: «¡Vete al carajo!», y el inculpado mascullaría antes de subir, y mirando a las alturas: «¡Qué carajo!». No sería exagerado pensar que más tarde, en un sentido figurado, los marineros con muchísima frecuencia mandaban al carajo a sus más fastidiosos compañeros.

¡Claro! Todo el que subía bajaba un día, y entonces se decía que «venía del carajo», y más tarde alguien hizo el tropo «venir de más lejos que el carajo» para referirse a una distancia realmente muy grande. Pero no se crea usted que todos los barcos tenían carajos del mismo tamaño, pues era frecuente que los barcos de gran calado tuvieran carajos realmente grandes, y que alguien exclamara mirando semejante cosa: «¡Qué gran carajo!».

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