5/4/2024 | Iván Ramírez Sánchez (The Conversation)
Decía Joseph Justus Escalígero, humanista francés del siglo XVII, que si “un juez de los de antaño” condenaba a un individuo, “que se ponga a componer diccionarios. (…) De todas las clases de castigos es este el único verdadero”. No es el único poema que ha tenido como objeto atacar a los diccionarios, ni tampoco el único que ha arremetido contra estos productos de la lengua o contra quienes los hacen.
Un célebre hombre de letras del siglo XVIII, Samuel Johnson, caracterizaba al autor de diccionarios como “ganapán inofensivo”. Johnson también era uno de estos ganapanes inofensivos, por lo que conoció de primera mano el escaso reconocimiento que la historia ha brindado a los autores de diccionarios.
Los primeros glosarios
Cuando pensamos en el diccionario de palabras es posible que nos venga a la mente la imagen de un libro de gruesas tapas, pesado y de muchas páginas que contiene todas y cada una de las palabras de una lengua. Pero no son exactamente así y, desde luego, no siempre han tenido esta forma.
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