24/4/2019 | Paulina Chavira (The New York Times)
El 23 de abril es el Día E o Día del Español: el día en que las Naciones Unidas decidió conmemorar nuestra lengua para crear conciencia sobre el uso del español o castellano como lengua oficial en la organización. Se eligió esta fecha —que es también el Día del Libro— porque la ONU la toma como el día en que murió Miguel de Cervantes Saavedra (aunque el Instituto Cervantes marca el 22 de abril de 1616 como fecha de su muerte).
Las efemérides y las conmemoraciones pueden multiplicarse hasta el absurdo, pero tener un día dedicado a pensar en la tercera lengua más hablada en el mundo no es un gesto superfluo. Hace algunas semanas, en el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) que se celebró en Argentina, quedó claro que el español enfrenta desafíos vitales: la forma en que se enseña, la conquista de la tecnología sobre las formas en que nos comunicamos, los modos en que incorporamos (o no) un lenguaje no sexista y que pueda reflejar una diversidad innegable de identidades de género, la necesidad de consolidar el papel del español para sus hablantes nativos en tiempos en que el inglés ha tomado la delantera para bautizar nuevas realidades globales en entornos como internet o los negocios.
Se estima que en el mundo hoy existen más de 570 millones de personas que hablan español; sin embargo, durante el CILE, José María Álvarez Pallete, presidente ejecutivo de Telefónica, aseguró que en la actualidad hay más máquinas que humanos hablando castellano: casi 700 millones de máquinas.
¿Quién define y redacta ese español que recibimos a través de las redes sociales, de los procesadores de texto, del correo electrónico, de las plataformas que emiten series y películas en continuo? ¿Quién ha dedicado tiempo y recursos a enseñarles una lengua real a las máquinas, a pensar en la formación o los sesgos que tiene el español que hablan y reproducen nuestros dispositivos?
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