18/6/2021 | Roberto Carlos Pérez (La Tribuna, Honduras)
“Quemad viejos leños, leed viejos libros, bebed viejos vinos, tened viejos amigos”.
Alfonso X el Sabio.
“El idioma -el castellano, el español- llega a ser para nosotros como un licor que paladeamos, y del cual no podemos ya prescindir. Prescindir en el ensayo, en la busca de todos sus escondrijos, de todas sus posibilidades, de todas sus puridades. Ya somos, con tanto beber de este licor, beodos del idioma”.
Azorín.
Introducción
La lengua es la vértebra de la cultura, es punto de partida y también es maderamen que sostiene a la civilización. Nuestra lengua, el español, hablada por más de quinientos ochenta millones de personas en todo el mundo, nació en la zona castellana de La Rioja, en el norte de España, rondando el siglo X de nuestra era.
En las Glosas Emilianenses, pequeñas notas escritas en los márgenes del códice latino Aemilianensis 60, escritas por los amanuenses del Monasterio de San Miguel de la Cogolla, se notan ya sus primeros vagidos y son, según don Ramón Menéndez Pidal, el testimonio más antiguo del que ahora es el segundo idioma más hablado en el mundo.
Emancipado del latín, su lengua madre, el español dio a luz al profundo y conmovedor Cantar de Mío Cid, también quizás al mejor cancionero y tratado sobre el amor en lengua vernácula, el Libro de buen amor, escrito por el Arcipreste de Hita, y al Conde Lucanor, el libro de cuentos de don Juan Manuel, en los que se modelará el cuento moderno. Todo esto en la Edad Media.
Sobre la “ñ” y los signos de admiración e interrogación
Según le gustaba recordar a José Emilio Pacheco, de acuerdo con Alfonso Reyes, de todas las lenguas romances nuestro idioma es el que más registros y tonalidades ha alcanzado. La letra “ñ”, emblema del español por excelencia, nació en esas glosas que datan del siglo X.
Más en latribuna.hn