24/1/2020 | Javier Lascuráin (Fundéu BBVA)
Que las noticias falsas (y las falseadas) son una de las principales amenazas para los sistemas democráticos y que su detección es uno de los grandes retos para los profesionales de la comunicación parece evidente a estas alturas.
Y también lo es que, como ante tantos otros fenómenos, hemos comprado para designarlo un anglicismo que puede llevarnos a banalizar su significado: eso de fake news suena menos contundente que los términos falsedad, desinformación, mentira, trola o paparrucha, por citar solo algunos. No solo eso, sino que además es absolutamente prescindible porque cuenta con innumerables alternativas en español.
En la Fundéu hace ya mucho que propusimos noticias falsas o falseadas como principal alternativa al omnipresente anglicismo fake news. Ya en su momento explicamos que esas dos expresiones aportan matices distintos: una noticia falsa puede serlo porque falte a la verdad de forma involuntaria o porque lo haga de manera premeditada. En este último caso es más preciso hablar de noticias falseadas, expresión que indica a las claras que la adulteración se ha producido adrede.
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