20/11/2020 | Rafael Peralta Romero (El Nacional, República Dominicana)
El gentilicio sale del topónimo como el retoño de los troncos. O como el calor del fuego, conforme ha dicho Gustave Flauber para describir la correspondencia entre la forma y el fondo de un texto. La relación entre el nombre del lugar y la palabra designada para llamar a sus naturales es indisoluble.
En algunos casos –muy pocos- la dependencia se da a lo inverso: el gentilicio ha generado el topónimo, es decir un pueblo o una nación da origen a una entidad organizada políticamente (república, imperio, municipio, ciudad…) la cual asume el nombre por el cual se conocía a ese grupo humano. En esta circunstancia el gentilicio no es derivado, sino absoluto.
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