17/7/2020 | Javier Núñez (Fundéu Argentina)
Hace un tiempo leí que una cosa no es solo una cosa: es algo que cumple una función, que expresa una voluntad del hombre sobre ese objeto. Cuando esa cosa ya no cumple su función, sin embargo, muchas veces preserva el nombre. Un paraguas despojado de la tela no es más que un esqueleto de radios que no evita que uno se empape y, sin embargo, se sigue llamando paraguas. Aunque la palabra que lo nombra, ahora, haya devenido imprecisa, insuficiente: no alcanza para nombrar lo que tiene que nombrar. Pero si ni siquiera podemos incorporar la noción de cambio a un simple objeto, ¿cómo podremos hablar, entonces, de las cosas que verdaderamente importan?
No tengo idea de qué mundo nos quedará mañana. No sé si alguna vez el mundo volverá a ser como era. Y no me refiero a la supuesta “normalidad”: si lo normal era esa aceptación de la condena de la desigualdad, de los que se mueren de hambre y de frío, del odio estallando en todas partes, de los pocos con tanto y los tantos con tan poco, es un lugar al que no quiero volver. Me refiero al mundo que era antes de los confinamientos y las distancias y los tapabocas. ¿Qué ocurre si todo eso llegó para quedarse? El futuro será un lugar donde vamos a tener que volver a nombrar muchas cosas. Objetos, actos, gestos que acompañen la covidianidad.
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