16/4/2019 | Hugo Beccacece (La Nación, Argentina)
Se habla mucho de las mujeres empoderadas, pero se recuerda poco a las que, hasta hace muy poco, cumplieron tareas colosales sin tener tiempo para reclamar por sus derechos, labor que dejaban para otras congéneres. A comienzos de la década de 1970, trabajé casi tres años en una popular editorial de libros destinados sobre todo a colegios.
Integraba un equipo consagrado a la redacción de un diccionario que era una adaptación del insuperable Diccionario de uso del español, de María Moliner. Definí las palabras de varias letras: g, h, q, r, s, t, y alguna más que no recuerdo. Tenía que liquidar por lo menos veinte vocablos por día. Me tocaron, entre otros, cuatro verbos de los más importantes de la lengua: haber, hacer, ser y tener.
Por esa razón me alegré mucho hace unos meses cuando mi amigo, el excelente actor argentino Marcos Montes, me contó que se iba tres meses a Madrid para estudiar lexicografía en la Escuela de Lexicografía auspiciada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.
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