2/10/2018 | Jorge Ignacio Covarrubias (El Diario, Nueva York)
El sillón se enamoró de la silla. ¿Por qué no? ¿Acaso sillón no tiene género masculino y silla género femenino? ¿Y no pertenecen ambos a la misma categoría, de asientos? Entonces si los sexos opuestos se atraen ¿qué tiene de raro que esta atracción se ejerza entre seres complementarios?
El absurdo nos permite darnos cuenta de lleno que género y sexo no son la misma cosa. Es cierto que en los seres sexuados género y sexo coinciden: varón, muchacho, caballo son términos masculinos y mujer, muchacha y yegua son femeninos. Pero en español, todos los sustantivos son de género masculino o femenino, aunque no tengan nada que ver con la sexualidad. El género es una categoría gramatical y el sexo una categoría biológica.
En síntesis, en español no hay sustantivos neutros, como en otros idiomas, y solo se dan unos pocos términos neutros pero no entre los sustantivos: lo, esto, algo. ¿Entonces qué función cumple esa categoría gramatical que es el género, ya que no marca necesariamente una diferencia biológica? Los gramáticos explican que la propiedad principal del género es marcar la concordancia entre el sustantivo y otras clases de palabras con la que se combina: el libro, la ducha, nuestro amigo, lo bueno, aquella temporada.
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