4/10/2019 | Francesco Rodella (El País, España)
Ese asistente virtual que enciende la tele o pone la música si usted se lo indica con una orden vocal no es solo fruto del trabajo de ingenieros e informáticos. Lo mismo ocurre con esa voz automática que le atiende todas las veces que llama a su banco o al seguro. Ambas herramientas, así como otras muchas basadas en la interacción entre usuario y máquina por medio del lenguaje humano oral o escrito, funcionan también gracias a otra disciplina, todavía poco conocida pero cada vez más relevante en el boyante sector de la industria tecnológica: la lingüística computacional.
En este campo, especialistas en inteligencia artificial, big data y otras ramas de la ingeniería trabajan codo a codo con filólogos y traductores. Aportan competencias específicas que permiten manejar y transmitir a las máquinas aspectos del lenguaje complejos y difícilmente reproducibles en código de programación, como el entendimiento de una emoción o un contexto. Es decir, lo que permite identificar, por ejemplo, la diferencia entre un cumplido y una ofensa, entre una broma y un reproche. Cada vez más empresas e instituciones se dan cuenta de que necesitan incorporar a estos perfiles en sus equipos. “Son de vital importancia”, explica Luis Alfonso Ureña, presidente de la Sociedad Española para el Procesamiento del Lenguaje Natural.
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