16/12/2022 | Ariel Camejo (On Cuba News)
En ocasiones las mejores reservas para la imaginación lingüística están bien cerca de nosotros. Miremos hoy, por ejemplo, a nuestro propio cuerpo y pensemos por un instante cuántas de sus partes, exteriores o internas, se han ido integrando progresivamente a formas diversas de la comunicación cotidiana. Si les parece, podemos descender ordenadamente desde la cabeza hasta los pies.
No resulta raro que la cabeza, como conjunto, se asocie con el pensamiento, con el juicio, con el raciocinio… Así, podemos encontrar numerosas formulaciones alrededor de esas ideas: perder la cabeza (perder el juicio, literal y metafóricamente), tener la cabeza mala (ofuscación, contrariedad), andar sin cabeza (actuar con poco juicio), ser cabezón (ser obstinado), ir dándose cabezazos (enfrentar tropiezos constantes en la vida), armar una cabeza de playa (núcleo inicial para generar un conflicto), tirarse de cabeza (precipitarse), ir de cabeza (ser enviado sin excusa a un sitio), ir a la cabeza (encabezar una carrera o un proceso), ser la cabeza visible (liderazgo), levantar cabeza (prosperar), jugar cabeza (evadir a alguien con artimañas).
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