14/1/2022 | Rafael Peralta Romero (El Nacional, República Dominicana)
(Este artículo es una colaboración del escritor Sélvido Candelaria, compueblano y amigo).
Hace poco, intercambié mensajes con una persona versada en asuntos periodísticos, doctorado en lingüística por dos universidades europeas de sonoros nombres y un abanderado de la lucha “feminista”.
La conversación arrancó con una pregunta de mi parte. ¿Cómo es que usted, siendo un decidido feministo (perdone pero no me sale un adjetivo femenino para calificar un nombre masculino, por aquella vaina de la “concordancia entre género y número’), cómo es que usted, repito, admite y promueve la discriminación entre las palabras? ¿O acaso no es discriminatorio hablar de “malas palabras”; “palabras vulgares” o “palabras malsonantes”?
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