15/8/2025 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)
Para los griegos onomastikós era el arte de nombrar. Para nosotros los filólogos la onomástica es la ciencia que trata de la catalogación y estudio de los nombres propios.
Todas sus ramas –no podía ser de otro modo– tienen su nombre: la antroponimia estudia los nombres propios de persona; la etnonimia, los nombres de pueblos y grupos étnicos; la hidronimia, los nombres de ríos, arroyos o lagos; la toponimia, los nombres propios de lugar.
Los nombres que a lo largo de la historia los dominicanos les han puesto a los lugares que habitamos son la demostración cultural de la presencia y la permanencia del ser humano en nuestro territorio.
Cuando le asignamos un nombre a un lugar lo hacemos parte de nuestra cotidianeidad, en cierto modo, nos apropiamos de él. Nombrar es contar una historia que permanece anclada al territorio mucho más tiempo que nosotros mismos.
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