03/10/2016 | Álex Grijelmo (El País, España)
Los signos de entrada en las interrogaciones y las exclamaciones empiezan a desaparecer.
La ortografía del español dispone de unos rasgos propios para señalar en interrogaciones y exclamaciones dónde empiezan y dónde acaban las palabras cuya curva melódica difiere del resto del discurso.
Sin embargo, los signos de entrada de tales cláusulas van desapareciendo; y proliferan los mensajes, anuncios o rótulos en los que se prescinde de esa ventaja. Así, la pregunta o la admiración se nos derraman por la izquierda, como si sólo se enfatizaran los fonemas de su diestra; y sin que pueda compensarlo la reiteración de signos que a veces se derrocha por el otro lado.
La escritura ha mejorado mucho desde las remotas normas de Carlomagno (siglo VIII), y en ese proceso evolutivo la Academia Española incorporó en su ortografía de 1754 (páginas 125-129) el signo de apertura, porque el de cierre por sí solo “no satisface siempre todo lo que es necesario”.
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