Todos recordamos con una sonrisa a Groucho y Chicco Marx leyendo y releyendo hasta el delirio un contrato absurdo en una de las escenas más conocidas de Una noche en la ópera: «La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte…».
Lo que ya tiene menos gracia es enfrentarnos en la vida real a una de esas comunicaciones de algunas administraciones, empresas o bancos que parecen redactadas por el mismísimo guionista de aquella película: palabras vacías o ambiguas, frases retorcidas, subordinadas sin fin…
¿Por qué a veces las administraciones y las empresas parecen empeñadas en hablar un idioma que los ciudadanos entendemos con dificultad o no entendemos en absoluto?
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