19/08/2016 | Ada Reyes Bello (El Nuevo Diario, República Dominicana)
Una vertiente está derrumbando paradigmas estadounidenses: la inminente y numerosa fuerza hispana, que hoy hace cada vez más necesaria dentro y fuera del territorio del English speaker, una efectiva y fluida comunicación en español o castellano.
Y es que hoy se calcula en 52 millones de personas los hispanohablantes en EE. UU., lo que los convierte en una especie de locomotora sociolingüística, con capacidad de mover grandes engranajes desde y hacia sus países de origen, partiendo del hecho de que pertenecen en su mayoría, como latinos al fin, a sistemas familiares intrínsecamente unidos e interdependientes económicamente, en los que el familiar que arriba los EE. UU., generalmente se ocupa de que los suyos también lleguen tras “el sueño americano”.
Hace aproximadamente 25 años, en mis visitas a Nueva York, leí en varios comercios letreros con textos parecidos a estos: “En este negocio se habla español”. En aquel entonces llamaron mi atención y al instar información sobre la razón de los mismos, me decían que así no perdían las ventas de quienes no hablaban inglés.
¿Especie de presunción publicitaria sobre una realidad socio comercial que tomaba cuerpo y se avecinaba?
¿Necesidad de acercarse a esos inmigrantes de costumbres distintas y distantes, pero obligatoriamente necesarios? La respuesta difiere según los criterios.
Ciertamente, las transformaciones demográficas en Estados Unidos, donde las cifras establecen que para el año 2050, los inmigrantes serán el 37% de la población total del país y los hispanos alcanzarán un 28%, obligan no solo a los políticos, sino también a empresarios y profesionales, a repensar sobre el uso del español en territorio americano.
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