La mala ortografía no es la enfermedad. Es el termómetro. La ortografía sirve de ropa para vestir los argumentos, y dice mucho sobre el gusto de una persona, sobre su trayectoria personal y la formación que recibió. El problema no radica por tanto en cometer faltas de escritura, sino en que eso puede interpretarse como un indicio de fiebre.
Los libros disfrutados y el cuidado por la expresión se relacionan con la ortografía del mismo modo que la temperatura del cuerpo se relaciona con el mercurio.
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