Receta

13/1/2017 | María José Rincón (Diario Libre, República Dominicana)

Para empezar el año quiero recordar la curiosa obra que Jacinto Gimbernard publicó en 1980, una evocación nostálgica de aquellos inicios del siglo XX en los que su padre editaba la revista Cosmopolita. Un lector puntilloso, preocupado por la errática periodicidad de la revista, preguntó con cierto retintín si la revista era un semanario, un quincenario o un anuario. A la curiosidad del lector don Bienvenido respondió con seriedad: «medalaganario»; su hijo convierte la respuesta en el título de su obra: Medalaganario. No sabemos si don Bienvenido fue el primero; de lo que sí estamos seguros es de que surge así una nueva palabra, aprovechando los mecanismos que la lengua pone en marcha para la creación de nuevas voces.

La receta es la siguiente. Tome una locución verbal que se usa con frecuencia en el lenguaje coloquial: darle algo la gana a alguien. Conjúguela en tercera persona del singular: me da la gana. Conviértala en una raíz compuesta a partir de este verbo y estos pronombres: medalagan-. Aplique la derivación añadiéndole a esta base léxica el sufijo -ario/aria; esta derivación adjetival convierte el compuesto inicial en un adjetivo: medalaganario o medalaganaria. Si queremos rizar el rizo podemos incluso convertirlo en adverbio utilizando el método (todavía no nos decidimos los lingüistas si de derivación o de composición) de sumarle -mente a su forma femenina: medalaganariamente.

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