16/5/2020 | Andrea Calamari (Fundéu Argentina)
El presente tiene un espesor que se sustrae a la mirada inmediata de los acontecimientos. Mientras intentamos acercarnos, más nos alejamos. Por eso, a propósito, vamos a alejarnos para dar una mirada sobre una palabra de estos días: repatriación.
Caín
El Señor le preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
—No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano?
—¡Qué has hecho! —exclamó el Señor—. Desde la tierra, la sangre de tu hermano reclama justicia. Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra, la cual ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano, que tú has derramado. Cuando cultives la tierra, no te dará sus frutos, y en el mundo serás un fugitivo errante.
—Este castigo es más de lo que puedo soportar —le dijo Caín al Señor—. Hoy me condenas al destierro, y nunca más podré estar en tu presencia. Andaré por el mundo errante como un fugitivo, y cualquiera que me encuentre me matará.
Primera imagen: el destierro como un castigo divino.
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